Adiós al Séptimo de Línea: la redención de Mega
Rodrigo Munizaga / La Tercera / Afortunadamente, no tiene la pomposidad de la serie de telefilmes Héroes. Un camino válido, pero francamente latero. La versión televisiva de Adiós al séptimo de línea (que debuta hoy en Mega, a las 22 horas) nunca pierde de vista que está hecha para la pantalla chica, y no para la grande, y ese es un valor entre tanta pretensión con la que algunos se han colgado del cartel «Bicentenario». El director Alex Bowen opta por ajustarla al formato de serie y toma algunos códigos de la telenovela: un hilo conductor romántico, escenas de ritmo vertiginoso -y no cuadros contemplativos injustificados- y claridad en la narración. Tampoco se pierde entre el abultado presupuesto de $ 923 millones, que la convierte en la miniserie más cara de la TV: el meticuloso vestuario, las notables escenas de batalla y dirección de arte siempre son el telón de fondo para que la historia sea la que se imponga.
Fernanda Urrejola, quien interpreta a Leonora Latorre, logra construir un personaje contenido, actuando a ratos con miradas y alejándose de los clichés en los que pudo caer, apoyada por efectivos secundarios de peso dramático, desde Erto Pantoja hasta Mauricio Diocares. Tomando en cuenta que lleva a cuestas la trama, la actriz arma el mejor rol de su carrera, que la redime de algunos papeles intrascendentes de su currículum y del desdibujado e histérico rol en que terminó su prostituta de Mujeres de lujo. Pero la reconquista no es sólo suya.
Desde sus inicios que Mega había hecho intentos con el área de ficción -con una frustrada área dramática como su gran talón de Aquiles-, y este era un proyecto largamente acariciado por Ricardo Claro, quien antes de morir pensaba que la miniserie podría ser clave para que su canal diera un paso más allá. Y en efecto, Adiós al séptimo de línea es un triunfo para el canal privado. Sin tener la experiencia en estas lides, y cargando con el estigma de canal de contenidos ligeros, logra dar forma a un producto de lujo y esta noche es parte de un escenario inusual para la televisión chilena: competirá con el otro gran programa de este año, Algo habrán hecho (TVN).
Ojalá que lo de Mega no se quede en un intento aislado. De los «canales grandes», es el único que no tiene área dramática y ya es hora de que entregue esos contenidos y no sigan apostando exclusivamente por las extranjeras. Más aún: después de Adiós al séptimo de línea, uno tiene derecho a pedir más riesgo en la franja estelar, porque la fama de canal light no es mañosa. No lo es si hace una semana, a las 22 horas, en Gigantes con Vivi, exhiben un concurso donde una participante en bikini muestra como «gracia» el mover sus pechos al ritmo de la música, mientras la sala de dirección hace un primer plano y luego hasta la premian como «lo mejor de la noche». La entretención mal entendida que cae en el mal gusto, del que Mega debe desprenderse para, como quería su fundador, dar ese paso más allá.
Fernanda Urrejola, quien interpreta a Leonora Latorre, logra construir un personaje contenido, actuando a ratos con miradas y alejándose de los clichés en los que pudo caer, apoyada por efectivos secundarios de peso dramático, desde Erto Pantoja hasta Mauricio Diocares. Tomando en cuenta que lleva a cuestas la trama, la actriz arma el mejor rol de su carrera, que la redime de algunos papeles intrascendentes de su currículum y del desdibujado e histérico rol en que terminó su prostituta de Mujeres de lujo. Pero la reconquista no es sólo suya.
Desde sus inicios que Mega había hecho intentos con el área de ficción -con una frustrada área dramática como su gran talón de Aquiles-, y este era un proyecto largamente acariciado por Ricardo Claro, quien antes de morir pensaba que la miniserie podría ser clave para que su canal diera un paso más allá. Y en efecto, Adiós al séptimo de línea es un triunfo para el canal privado. Sin tener la experiencia en estas lides, y cargando con el estigma de canal de contenidos ligeros, logra dar forma a un producto de lujo y esta noche es parte de un escenario inusual para la televisión chilena: competirá con el otro gran programa de este año, Algo habrán hecho (TVN).
Ojalá que lo de Mega no se quede en un intento aislado. De los «canales grandes», es el único que no tiene área dramática y ya es hora de que entregue esos contenidos y no sigan apostando exclusivamente por las extranjeras. Más aún: después de Adiós al séptimo de línea, uno tiene derecho a pedir más riesgo en la franja estelar, porque la fama de canal light no es mañosa. No lo es si hace una semana, a las 22 horas, en Gigantes con Vivi, exhiben un concurso donde una participante en bikini muestra como «gracia» el mover sus pechos al ritmo de la música, mientras la sala de dirección hace un primer plano y luego hasta la premian como «lo mejor de la noche». La entretención mal entendida que cae en el mal gusto, del que Mega debe desprenderse para, como quería su fundador, dar ese paso más allá.
Rodrigo Munizaga, Editor de Cultura y Entretención