Algunas verdades incómodas sobre la TV digital

tv digital 7 Federico Joannon /Abogado y miembro del directorio de El Mostrador / Ojo con el Proyecto de Ley que está en el Congreso para su discusión / La norma que se trae entre manos el Ejecutivo, vestida con un pretendido tinte estrictamente “técnico”, impide o hace extremadamente difícil que puedan entrar nuevos actores “grandes” al mercado de la televisión abierta, que le puedan competir de igual a igual a los actuales “canales” agrupados en la Anatel. Y como mar de fondo, lo que hay es una soterrada guerra por el espectro radioeléctrico.

Si nuestro destacado artista plástico y hombre público Nemesio Antúnez estuviera vivo, seguramente complementaría su particular llamado a tener “Ojo con el Arte”, con la perentoria advertencia de ponerle mucha atención a la televisión, en tanto principal industria masiva de bienes simbólicos, hoy en etapa de transformación a través de la digitalización de las señales televisivas (mediante una determinada norma técnica) y, muy especialmente, por un determinante Proyecto de ley en actual tramitación ente el Congreso Nacional.

Como lo de la norma técnica ya está zanjado, desde el momento que la autoridad pública ha anunciado al país que será la denominada norma japonesa (en su versión brasileña, adaptada a las especificidades chilenas), en adelante hay que ponerle toda la atención al mencionado Proyecto de Ley, y a su tramitación legislativa.

Respecto de esta iniciativa legal, denominada “Proyecto de ley que permite la introducción de la televisión digital terrestre“, que modifica varios artículos clave de la actual Ley de Televisión, quisiera hacer las siguientes reflexiones, complementando y/o enfatizando las ya vertidas en mi artículo anterior, publicado en dos partes sucesivas hace algunos días en este mismo diario:

1) Más allá del anodino nombre que se le puso al citado Proyecto de Ley, lo que en realidad pretende el Gobierno con esta iniciativa, sin decirlo ni advertirlo, va mucho más allá de una simple actualización tecnológica de la TV. En estricto rigor, se quiere establecer un nuevo modelo para la televisión abierta chilena, esto es, un “nuevo régimen” para la televisión de acceso gratuito que reciben en sus casas más del 90% de los chilenos.

Y, adicionalmente, se pretende establecer las condiciones para que parte importante del valioso espectro radioeléctrico, reservado hace varios años exclusivamente para la transmisión de televisión (toda la banda UHF), y donde en principio –con la digitalización- cabrían muchos otros actores para este negocio, se utilice en definitiva para otros negocios (diferentes a la televisión, propiamente tal), y quede en manos principalmente de las compañías telefónicas móviles. Sepultando así la expectativa de muchos de que haya una mayor diversidad en el mercado de la televisión abierta.

Todo lo anterior, preparado “entre cuatro paredes” por el ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, sin someter su contenido previamente a una discusión pública ni considerar la opinión de otros actores relevantes en esta materia (como, por ejemplo, el Consejo Nacional de Televisión).

2) Por lo demás, si se tratare única y estrictamente de la digitalización de las actuales señales de televisión (como puede inducir a error una lectura rápida del Proyecto de Ley), no hubiere hecho falta legislar ya que bastaría con reemplazarles a los actuales concesionarios de televisión sus 6 megahertz en la banda VHF, que hoy les permite transmitir una señal de televisión analógica, por 3 ó 4 megahertz (de conformidad a la norma técnica de digitalización escogida), ahora en la banda UHF (que es la parte del espectro radioeléctrico reservada para las transmisiones de la TV Digital), lo cual les sería completamente suficiente –mediante un trasmisor compartido o “múltiplex”- para transmitir una señal televisiva digital de alta definición. Esto sería algo equivalente a lo que tenían antes de la digitalización.

3) Cualquier cosa adicional a poder transmitir una señal de televisión abierta que se les quiera dar a los actuales operadores de este negocio, va a ser una regalía, ni más ni menos, por lo que debería analizarse concienzudamente su conveniencia y constitucionalidad. Por ejemplo, el Proyecto comentado les entrega a los actuales concesionarios más megahertz que los estrictamente necesarios (6 mhz en vez de 3 ó 4 mhz) y les faculta para transmitir simultáneamente más de una señal de televisión y, además, para transmitir otros “datos” (v.gr.: textos; señales de retorno; etc.).

Sobre esto, la iniciativa legal olvida o soslaya que el único derecho adquirido que tienen los actuales concesionarios de televisión –más allá de las diferencias que existe entre ellos, derivadas de las leyes bajo las cuales se les asignó sus respectivas concesiones- es a transmitir una señal abierta o de libre recepción, y jamás sobre una porción determinada del espectro radioeléctrico. Así lo ha entendido, por lo demás, el Consejo de Defensa del Estado, órgano que sería prudente que el Congreso Nacional consultara.

Ahora bien, si se piensa en la etapa de transición, donde es necesario el “simulcasting” o transmisión conjunta de una señal analógica y otra digital, perfectamente el Gobierno podría “prestarle” a los actuales operadores la frecuencia UHF que necesitan, en tanto no se produzca el “apagón analógico”, momento en el cual se liberarían los megahertz de la banda VHF y la concesión se radicaría en la frecuencia UHF que estaban utilizando en “préstamo”, con las mismas condiciones y limitaciones que tenían antes. Al respecto, hay que tener presente que es esto lo que precisamente ha estado ocurriendo: baste con recordar la transmisión -en ambos formatos, análogo y digital- de los últimos partidos de la selección chilena de fútbol.

4) Este Proyecto de ley, vestido con un pretendido tinte estrictamente “técnico”, impide o hace extremadamente difícil que puedan entrar nuevos actores “grandes” al mercado de la televisión abierta, que le puedan competir de igual a igual a los actuales “canales” agrupados en la Anatel (esto es, empresas televisivas que puedan transmitir contenidos “generalistas” en Santiago y en todas o varias regiones).

El Gobierno ha dicho informalmente, porque aún no entrega el “Plan de Frecuencias” (primero aduciendo que faltaba la norma técnica y ahora señalando que falta la ley), que en Santiago habrá disponibilidad para 7 nuevos “paquetes” de 6 megahertz c/u. Pero, al respecto hay que recordar que deben necesariamente restarse las frecuencias reservadas para fines específicos, como se explica en mi artículo anterior (por ejemplo, para fines culturales, o para el fin exclusivo de transportar señales y otros “datos” de terceros), por lo que las frecuencias realmente utilizables para contenidos “generalistas” de televisión (que pudieren quedar en manos de eventuales nuevos operadores), se reducen drásticamente.

Estas se pueden estimar en solamente 1 ó 2 (paquetes de 6 megahertz cada uno). Ni más ni menos. Y, muy probablemente Chilevisión puje para que se le asigne uno de estos paquetes de frecuencias en Santiago, ya que la que actualmente utiliza es concesión de la Universidad de Chile y el usufructo a favor del canal de Sebastián Piñera termina en pocos años más.

Por otro lado, en el Proyecto de ley analizado no se da solución alguna a la imposibilidad de que el (o los) eventual (es) nuevo(s) operador(es) en Santiago puedan transmitir sus señales televisivas en condiciones similares a los actuales operadores “grandes”; entre otros motivos, por la inexistencia de espacios disponibles para más torres de televisión en el Cerro San Cristóbal. Si esto no se soluciona, se hará aún más ilusoria una posible competencia.

5) Como parte de las escaramuzas de lo que puede denominarse “la guerra por el espectro” (dada a nivel global), parte importante del generoso espectro radioeléctrico reservado originalmente por la autoridad pública para ser utilizado en las transmisiones de televisión (toda la banda UHF), terminará siendo usado para transportar otros “datos” (no televisión), y, más temprano que tarde, quedará en manos de las compañías de telefonía móvil, que cada vez requieren de más espectro para su expansivo y estratégico negocio. Es el caso, por ejemplo, de la banda UHF 700, que está a punto de ser completamente “desafectada”.

Cabe hacer presente que con la información pública hoy disponible se puede perfectamente afirmar que solo se dedicarán a la TV Digital 30 canales (de 6 megahertz cada uno), de los cuales –como se ha visto- varios podrán dedicarse mayoritariamente a transmitir otros “datos” (y no televisión). Como comparación, tenemos que en USA se dedican 49 canales, en Europa 48, en Brasil 55 (más 7), en Perú 45, en Australia 41 y en Japón 39, y todos canales de dedicación exclusiva para TV Digital.

En lo que toca a las frecuencias VHF, que –según la Subtel- podrían adicionarse luego de ocho años a los canales existentes en banda UHF, (cuando se produzca el denominado “apagón analógico”), cabe hacer presente que esto es poco practicable, por distintos motivos, como por ejemplo: la norma técnica elegida (en lo que se conoce) no puede usar los canales 2 al 6, y en los canales 7 al 13 tiene ineficiencias; y el Mensaje del Proyecto de ley dice expresamente que esos canales VHF se dedicarán a “servicios avanzados” de telecomunicaciones (no a TV Digital).

6) Por último, estimo necesario resaltar que el Proyecto de Ley comentado está lleno de “oscuridades”, necesarias de develarse, y que no son exteriorizadas ni traspasadas por el Ejecutivo a los legisladores ni a la opinión pública. Un ejemplo de esto es la confusión (¿intencional?) de los términos “radiodifusión” y “servicio Intermedio” de televisión, que permitirá desplazar hacia la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) el control total de las concesiones sobre espectro radioeléctrico que utilizarán los canales de televisión abierta, dejando al Consejo Nacional de Televisión (CNTV) en una función prácticamente decorativa en este determinante aspecto. Con la complicación de que la Subtel es, ni más ni menos, el Gobierno de turno, del color que fuere, al contrario del CNTV, que tiene integración pluralista.