Egipto: La revolución de los blogueros y tuiteros
El sociólogo Juan Carlos Altamirano, ex ejecutivo de TVN y experto en televisión, comenta en una columna del diario La Segunda, la importancia de las redes sociales en la revolución pacífica de Egipto que destronó al gobernante Mubarak. Altamirano comenta que el movimiento se inicio en Facebook cuando dos ciberactivistas convocaron a un mitin en la plaza Tahrir, consiguiendo reunir a medio millón de personas, y señala que si bien no se puede atribuir todo el éxito a Internet, es innegable que nunca antes una revolución había tenido un origen similar.
Lea la columna a continuación:
Sin duda, la llamada «revolución de Egipto» que derribó al régimen autoritario de Mubarak es un hecho único en la historia, con repercusiones difíciles de imaginar. Hasta el día de hoy, no sabemos en qué terminará este proceso; menos aún las consecuencias para el resto de los países árabes. Nadie puede garantizar que lo ocurrido en Egipto, y actualmente en Libia, no correrá el mismo destino que la Revolución de Irán de 1979. La monarquía del Shah fue derribada y luego reemplazada por el régimen fundamentalista del Ayatolá Jomeini. No obstante lo anterior, la revolución egipcia es propia de este siglo XXI.
De partida, el levantamiento popular no estuvo conducido por una vanguardia o partido político. Fue una insurrección pacífica y espontánea. Un proceso que no tenía dirección ideológica, que no contaba con un programa ni alianzas políticas. Los líderes más notorios eran tres jóvenes anónimos, amantes de internet. Este último punto es quizás el más extraordinario. El levantamiento se inició en Facebook, tras el llamado a participar en un evento «El día de la revolución contra la tortura, la pobreza, la corrupción y el desempleo». Los anfitriones quedaron sorprendidos cuando más de 80 mil personas respondieron “sí” con un clic a la invitación. La conmoción fue aún mayor cuando miles de personas se congregaron en las calles de El Cairo. El resto es historia.
Todo comenzó cuando Ahmed Salah (32) y un ejecutivo de Google, Wael Ghonim (30), crearon una página en Facebook, a raíz de una foto subida a internet donde aparece muerto el comerciante Khaled Said (28), golpeado brutalmente por la policía luego de ser sacado de un cibercafé. Said, inocentemente, había bajado un video de YouTube donde se veía a unos policías vendiendo marihuana. Ghomin y Salah quedaron impactados con las imágenes del crimen. Crearon entonces la página Somos todos Khaled Said, dedicada a denunciar los abusos policiales en un lenguaje cercano y honesto. La bola de nieve comenzó a crecer con la circulación de miles de fotos y videos sobre el caso, con la participación de blogueros y tuiteros. Al poco tiempo, miles de egipcios se habían transformado en ciberactivistas. Fue entonces cuando Saleh y Ghonim realizaron la “invitación”, en su página de Facebook, a participar en el “evento” del 25 de enero en la plaza Tahrir. Supusieron que concurrirían unas 5 mil personas, y llegaron más de 500 mil.
Debido a la gigantesca convocatoria y a las movilizaciones posteriores que fueron organizadas online, el gobierno ordenó cortar internet. Entonces se inició la forma más antigua y efectiva de comunicación masiva: el boca a boca. El corte de internet, lejos de desarticular las movilizaciones, las masificó al mundo popular. Finalmente, la sociedad civil egipcia en su conjunto terminó derribando al régimen de Mubarak, gritando: “¡No más!”.
Nunca antes en la historia se había iniciado una revolución de este modo. Sin embargo, sería un error concluir que internet fue la causa del derrumbamiento de Mubarak. Si bien la insurrección se inició de modo virtual, online, posteriormente se transformó en una rebelión offline. Vale decir, el régimen fue derribado por miles de personas de carne y hueso —incluyendo la participación de diversos movimientos políticos tradicionales—, las cuales salieron a las calles a protestar. Además, como en toda revolución, estaban presentes las condiciones “objetivas” para que la insurrección se gatillara: alto desempleo, pobreza, desigualdad social abismante, corrupción, abuso de poder y una dictadura desgastada. Por cierto, también estaba el efecto de la insurrección exitosa en Túnez.
No obstante lo anterior, los eventos de Egipto nos demuestran el enorme poder que han adquirido internet y la “plaza virtual” en relación con la influencia de la televisión y la prensa. El gobierno de Mubarak ocupó la TV a su antojo para desinformar y realizar propaganda a su favor. Sin embargo, la red social montada a través de internet —aunque menos masiva que la TV— fue definitivamente más influyente y determinante (recordemos también el papel protagónico que jugó internet en la campaña y victoria del Presidente Obama).
Estos eventos me llevan a concluir que la televisión tiene finalmente un rival muy poderoso: las redes sociales de los blogueros y tuiteros. Si la televisión no se incorpora de lleno y pronto a la “plaza virtual” de este siglo XXI, quedará rezagada. Así de simple