El relato de los 33 mineros

fenixClaudio Avendaño Ruz / Director magíster internacional en Comunicación Universidad Diego Portales / En lo que va de este año hemos experimentado tres hechos que se han transformado en grandes sucesos mediáticos: el terremoto/maremoto, el Mundial de Fútbol y el rescate de los 33 mineros. Y quizás podríamos haber agregado un cuarto, el bicentenario, pero éste quedó de cierta manera eclipsado mediáticamente.

Más allá de las características mismas de lo ocurrido, los tres mencionados hechos han sido experiencias en que han participado los medios analógicos y digitales, y donde han sido convocadas millones de personas. Pero el rescate de los mineros será probablemente el primer evento mediático global que tiene como centro a nuestro país. Posee -además- características inéditas en cuanto a relato.

Es una narración que contiene todos los ingredientes para acaparar la atención independientemente del lugar, la lengua y la matriz cultural de los sujetos. La transmisión oficial que se hizo privilegió la imagen y el sonido ambiente, lo que le otorgó el carácter de documental online con la estructura de una ficción. Sólo con fines analíticos podemos afirmar que tuvo una estructura dramática: situación, personajes, conflicto, desarrollo y un desenlace feliz. Esto hace que sea un suceso real que puede ser leído por las personas como un relato que tiene (consciente o no) una forma de contar que es familiar, emocionante e indiscutiblemente cautivadora.

A partir de los avances en neurociencia sabemos que la emoción juega un papel central en el procesamiento de la información, en especial en su interacción con el relato televisivo. Por su gramática audiovisual, la TV es capaz de convocar los afectos, lo que en este caso se transformó en el eje de la representación mediática, incluso los medios online privilegiaron los videos en sus reportes sobre la situación en la mina San José. En general, la transmisión televisiva fue avanzando positivamente en la utilización del lenguaje audiovisual, llegando al climax televisivo final con el diálogo entre el minero/líder, Luis Urzúa, y el Presidente Sebastián Piñera. El rostro marcado por la emoción de Piñera y la sobriedad del minero fueron captados con un sonido claro, cámaras y registro de ambiente muy adecuados. Allí la dirección de televisión asemejó a un diálogo fílmico.

Las tecnologías digitales fueron factores omnipresentes, no sólo porque dieron pie a la interacción a través de las redes sociales online, sino también porque fueron el recurso que permitió transmitir desde el lugar de encierro de los mineros. La llegada de la “jaula” vista desde el interior de la mina fue un factor sorprendente que revistió relato televisivo de una fuerza sin precedentes. Una vez más insistimos en hablar de un sistema infocomunicativo en que cada medio y plataforma digital va ubicándose en la dieta medial de los sujetos desde múltiples costados, usos y necesidades comunicativas.

Como todo evento mediático, más aún tratándose del primero de carácter global generado desde Chile, el poder no podía estar ausente, ya que éste siempre busca como pareja a los medios. Físicamente, contó con dos jefes de Estado y los saludos de casi todos los máximos dirigentes de América y Europa, es decir, todos quisieron estar.

A nivel local, sin duda que este evento mediático empoderará al gobierno por un tiempo. De qué manera se gestiona este capital simbólico dependerá de las estrategias que use y de las acciones de los otros jugadores políticos y mediáticos. Muchos escuchamos críticas por la presencia de ministros y de la exposición del propio Presidente. ¿Habría sido distinto con un gobierno de otro signo? Probablemente este gobierno necesitaba “capitalizar” comunicacionalmente el rescate.

Respecto a la transmisión televisiva, a mi juicio la figura del Presidente cruzó la línea de lo pertinente, se abusó ligeramente de los primeros planos, lo que a ratos resultó contraproducente. También son los riesgos del “en vivo”.

Como todo relato, estuvo cargado de símbolos referenciales y, en este caso, identitarios. Lo interesante es el cruce de identidades, que iban desde la bandera nacional a las de clubes deportivos, del cehachei hasta los garabatos, pasando por los registros de habla propios de los mineros. Todo esto acompañado en algunos casos por símbolos religiosos despertados por la situación experimentada.

Fue un relato comunicacional global que, por su amplitud y duración, pudo captar la atención de mil millones de espectadores -según dicen- y ser visto en distintos husos horarios, en este sentido tiene un carácter inédito. Sin embargo, como me comentó un colega español, esta alegría y éxito visibilizados por el sistema infocomunicativo ocultan un hecho también real: nunca debió existir este evento mediático si los trabajadores tuvieran no sólo seguridad, sino una vida en mejores condiciones.