En sintonía con el Observatorio de Medios, crítica del Mercurio «TVN: modelo público bajo estrés»

Resulta un acierto la crítica de Jimena Villegas en tanto, junto con referirse al complejo escenario de la televisión pública,  apunta hacia el malestar de las audiencias frente a la oferta televisiva. Este se expresa en conversaciones informales  y también en las encuestas del CNTV. Lo difícil es precisar en qué reside la mediocridad de la oferta y con eso evadir la cadena lamentable de argumentos opacos y circulares.

Como ya habíamos destacado hace unos días, la semana pasada el director de CHV acusa de elitistas a quienes critican la TV, y se congratula de estar en el origen del  modelo de noticiarios imperantes en todos los canales y verdaderamente cuesta entender su “orgullo”. Es un lugar común decir que, comparados con los noticiarios de otros países, los nuestros son demasiado largos, explotadores de crónica roja, y pobres en la entrega de elementos de juicio que verdaderamente abran los horizontes de la reflexión.

Curiosamente, De Aguirre también se  enorgullece de recursos usados hasta el cansancio como la copiosa presencia de gente sufriente llevadas hasta las lágrimas y a la exposición indeseada muchas veces de un dolor que no requiere de pruebas tan burdas como ese quiebre emocional que representa el llanto.

En esta férrea defensa de su quehacer, De Aguirre no está solo. Otros altos ejecutivos han declarado emplazado a los críticos a simplemente apagarla: “si no les gusta, no la vean.”.

Desgraciadamente, la gran mayoría de los chilenos no pueden permitírselo. La televisión es el principal medio de comunicación y acceso a la información, entretención y a la cultura en Chile, especialmente para los sectores de menores recursos (el promedio nacional de horas diarias de consumo es de 2,7, y de 3,2 horas en los sectores económicos más vulnerables).

En los estudios del CNTV se acusa a la TV  de ser un referente negativo, que ficciona la realidad de acuerdo al interés de los poderes fácticos, invisibiliza sectores sociales y culturales, y además ofrece entretención “basura”. En otras palabras, se acusa de una mala práctica a la televisión, que lleva a muchos chilenos a declarar  que, gracias a medios como Internet, ya no la  necesitan  y tienen  su televisor olvidado de mesa para el masetero.

Como Observatorio de Medios consideramos que es imperativo instalar como problemática ciudadana, política y social las características y calidad del medio de comunicación más importante del país, pero de una manera más profunda y detenida. Es por esto que próximamente Fucatel realizará una mesa redonda donde intentará precisar qué es calidad, y de qué hablamos los chilenos cuando decimos que no hay nada que ver en la TV y la consideramos mala.

 

 

TVN: Modelo público bajo estrés

Jimena Villegas para EL Mercurio.

Jaime de Aguirre reveló hace justo una semana en este diario una verdad: la suya. El director ejecutivo de CHV está convencido que la TV ya no cumple un rol educador, y es probable que en su lógica tenga razón. Timonea una estación que nació al alero de la U. de Chile, pero que hoy pertenece al conglomerado internacional Time Warner. No vela necesariamente por misión alguna, el suyo es un canal privado. Visto además como está operando la industria, es fácil darse cuenta de que las televisoras están dedicadas sobre todo a competir con armas masivas y a optimizar utilidades. A quiñen le importa si la pantalla chica ya no ofrece recursos para ayudarnos a entender el mundo en que vivimos: para eso está Internet.

El problema es que existe en esta pista un canal que baila con desventaja, TVN. La estación pública chilena debe, como todos los demás, autofinanciarse peleando por un trozo de la torta publicitaria que ronda los US$500 millones al año. Y, además está obligada por Ley, ya que nos pertenece a todos los chilenos, a ser inclusiva,  a cuidar la calidad, a no cometer excesos, a ser -o siquiera intentarlo- un faro para la sociedad. De la Red pública, por ejemplo, salieron tres de los hombres que gestionan la TV local en estos momentos: el propio De Aguirre, el nuevo timonel de MEGA, y el actual mandamás de Canal 13.

Hoy TVN se recupera de una etapa crítica, provocada entre otros factores por una gigantesca fuga de ejecutivos en 2010: bordea el segundo puesto en un mano a mano con CHV, y flota sobre todo a su poderosa área dramática. Este respiro podría perfectamente usarse como una invitación a la recién renovada mesa corporativa del canal para salir del área chica e iniciar una reflexión que debiera ser de país. Preguntas para hacerse hay. Por ejemplo si, como dice De Aguirre, a la TV de hoy le corresponde o no educar. Y luego ¿Qué es calidad en 2012?, ¿Será hacer TV infantil? ¿O serán noticias de, a lo sumo, una hora? Y algo muy relevante: dadas las actuales circunstancias e imaginando las que vendrán cuando llegue la TV digital ¿Es sostenible seguir manteniendo a TVN bajo este modelo de doble exigencia? ¿No será tiempo de buscar una vía menos estrecha para financiar el canal público?

Alternativas hay. Una, bien inviable, es entregarle –al estilo inglés- todo el dinero que necesita anualmente para funcionar: unos US$ 150 millones al año. Otra, más posible quizás, es asegurar una cantidad de plata al año para que produzca calidad y la exhiba en franjas (¿unas horas al día?, ¿un par de días a la semana?) sin publicidad. Como sea, da la impresión que es un buen momento para discutir. Porque la TV pública aquí y también afuera, está bajo un gran estrés: el gobierno de Nueva Zelanda acaba de “apagar” su canal estatal TVNZ7. Fue, curiosamente, hace una semana.

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