Obama, ¿un presidente 2.0?
Hernán Larraín Matte / revista Poder / El de Barack Obama es un caso de emprendimiento electoral propio del siglo XXI. Logró generar un vínculo excepcional que se transformó en un verdadero movimiento social en Estados Unidos. Barack Obama candidato fue una revolución. Levantó una campaña excepcional desde un relato innovador basado en su figura y generó un salto cuántico en términos de marketing político a través de una comunicación y organización 2.0 de referencia mundial. Un caso de emprendimiento electoral propio del siglo XXI. Pero este cambio de paradigma en la relación ciudadanía y política tendrá consecuencias para su administración. ¿Será Barack Obama un presidente 2.0? ¿Estarán todos sus seguidores «cambiando la política en Washington» desde la Casa Blanca? ¿Será capaz de administrar las expectativas de involucramiento y participación ciudadana generadas por su campaña?
Es sabido. El demócrata logró en su campaña un vínculo ciudadano excepcional que se transformó en un verdadero movimiento social. La encarnación del cambio fue completa y materializada en tres innovaciones centrales: un relato de épica histórica; una campaña organizada en red, basada en nuevas tecnologías y liderada por sus seguidores; y finalmente, la enarbolación de una «causa» financiada por ciudadanos en pequeños aportes, dejando a las corporaciones y la industria del lobby en manos de su adversario John McCain. La clave está en entender que Obama cristalizó el paradigma del dospuntocerismo en el corazón de su mensaje. Como expresó su campaña desde el día uno: «Yo te pido que creas. No en mi capacidad para hacer el verdadero cambio en Washington… sino en la tuya». Obama sumó a los ciudadanos en la causa de transformar la política estadounidense traspasándole responsabilidad a los electores, sumándolos a la acción. Y la invitación tuvo éxito.
Junto con ganar la elección de manera indiscutible, generó más de un millón de voluntarios activos a través del plan MyBO (My Barack Obama) y fue capaz de invitar a más de tres millones de donantes al financiamiento de la campaña. Todos ellos están a la espera de un gobierno 2.0.
El punto está en asumir la evolución de las comunidades políticas en tiempos digitales: los activistas pro Obama seguirán a su presidente hasta el Salón Oval, se involucrarán en cada paso que dé y en cada decisión que tome. Todos querrán participar del próximo gobierno, pedirán claras explicaciones ante los errores y el control será alto. Las grandes expectativas de participación se transforman así en la principal amenaza, un monstruo construidopor el propio candidato, y eso que el movimiento está
recién comenzando.
La tensión que generan las expectativas de un «gobierno participativo» o ciudadano (¿les suena familiar?) en una democracia representativa será muy alta. Obama deberá encarnar una forma innovadora de gobernar, inclusiva frente a los complejos desafíos de EE.UU. y manteniendo el estilo de comunicarse en el que «educó» a sus electores. Pero a su vez, necesita ejecutar, y deberá limitar el
clamor ciudadano y dejar a la opinión pública en el lugar que le corresponde. Las instituciones en EE.UU. no cambiarán con la llegada de Obama a la presidencia, por lo que más que participativo, el desafío implicará continuar su liderazgo comunitario, cercano y auténtico. La diferenciación con los anteriores presidentes será clave y demandaremos de él un permanente factor sorpresa y cambio. La presidencia de Obama deberá marcar una política de Estado desde las bases y no desde la elite; de colaboración más que de competencia; de transparencia más que de opacidad; de redes más que de jerarquías; bottom up más que top down. Pero sobre todo, y lo más complejo, es mantener un modo de relacionarse que despierte emociones y buena disposición en la gente.
Este «nuevo estilo» ya está dando sus primeros pasos. Luego de su triunfo, el equipo de Obama lanzó el portal change.gov, el cual enfrentará los retos de Estados Unidos con la misma determinación y optimismo que ha caracterizado la campaña. Sin embargo, esta plataforma también representa riesgos como el propio demócrata descubrió durante la campaña cuando al votar a favor de una ley de vigilancia generalizada de inteligencia en el senado, miles de partidistas llenaron con mensajes su sitio atacando su decisión. En simple: sus activistas pueden representar una seria amenaza respecto de las decisiones que tome la Casa Blanca. Por otra parte, muchos se preguntan por el uso que se le dará a los datos de más de 10 millones de personas entregados durante la campaña. Como señala el conocido estratega Joe Trippi, el presidente electo «ha creado la mayor red jamás vista en la política y los legisladores republicanos no tienen la menor idea del cambio que ha ocurrido en las comunicaciones». En la práctica, change.gov representa una poderosa plataforma de
movilización para campañas de presión política, que conlleva la promesa de la participación activa de millones de seguidores. El riesgo de defraudar e ir en contra de las esperanzas de millones de ciudadanos es una sorpresa aún sin dilucidar. Con todo, en el discurso de su triunfo ya fue preparando este desafío y administrando las expectativas al señalar: «El camino por delante será largo. La cuesta será pronunciada. Puede que no lleguemos en un año ni en un mandato. Sin embargo, Estados Unidos, nunca he estado tan esperanzado como esta noche de que llegaremos».
Muy cierto, y el mundo entero estará mirando.