Reality policial de Mega:»133 (periodistas) atrapados por la realidad»

policias-1OBSERVATORIO / V.P. / Analizamos secuencia por secuencia uno de los capítulos  -elegido al azar-  del reality policial que Megavisión pone al aire cada lunes, a las diez de la noche. En el reportaje titulado «Drogas en Calama», se puede apreciar cómo a partir de evidencias insignificantes, sin considerar la presunción de inocencia, sin respeto alguno por la intimidad y la honra de las personas, se humilla y criminaliza, ante miles de telespectadores, a los integrantes de una modesta familia chilena.

La presentación de «133, atrapados por la realidad» en el sitio web de Megavisión nos describe el espíritu de uno de sus programas más exitosos y con un rating que bordea los 20 puntos:

«133 permite ver a Carabineros de Chile en acción. Los acompañamos en innumerables procedimientos policiales que día y noche realizan para asegurarle a usted y su familia, tranquilidad manteniendo a raya a los delincuentes. Con el programa se puede sentir la adrenalina de una persecución policial o el dolor de las víctimas…»
Y agrega en el mismo tono, que más parece el de una publicidad institucional de Carabineros que la presentación de un programa periodístico:

«El televidente será testigo de acciones violentas que han sido captadas por las cámaras, de procedimientos que logran desbaratar asaltos, tráficos de drogas, detenciones de peligrosos delincuentes o conocer los dramáticos escenarios donde la vida pende de un hilo».

Como iremos viendo en este análisis, Lo que de verdad pende de un hilo, con programas como este, son los principios éticos de algunos realizadores de la televisión chilena.

imagen-072Safari poblacional

En las páginas de la prensa, donde se anuncia programación televisiva, se presenta una sinopsis del programa de la noche:

«En la población O´Higgins una madre es detenida por micro tráfico de drogas. En el domicilio se encontraron grandes cantidades de pasta base, cocaína y marihuana; estas constituyen la principal demanda de consumidores dentro y fuera del país. No se pierda los detalles del procedimiento en 133, Atrapados por la realidad».


Se nos anuncia la detención de «una madre» y su supuesta responsabilidad en la posesión de «grandes cantidades de pasta base, cocaína y marihuana». Ya veremos si se cumple la promesa.

Por la noche, de un lunes a las diez en punto, se inicia el programa anunciado:

Secuencia 1: Se muestra de espaldas a una mujer que es detenida al interior de su domicilio. Al momento de ser llevada al furgón de Carabineros, aparece una muchacha que grita: «mamita, mamita, qué pasa mamita, pero si esas guevas son mías, si esas guevas son mías», seguramente refiriéndose a la droga que ha sido descubierta en la vivienda de su madre. A ambas mujeres se les muestra la cara sin ningún tipo de efecto de post producción de video que pueda disimular sus identidades.

Con voz tremebunda, en una versión remozada de Carlos Pinto, el periodista nos introduce al tema con una locución en off. Una cámara subjetiva reemplaza su mirada mientras inicia su safari poblacional montado en una patrulla del OS7 de Carabineros:

«En el norte del país el tema de las drogas es preocupante, sobre todo por las redes de tráfico que provienen de países limítrofes como Perú y Bolivia. Por eso Carabineros debe estar atento para desbaratar cualquier punto donde se desarrolle esta ilícita actividad».

El periodista que parece muy seguro de su relato, aclara su extrema preocupación por el bien común y la amenaza de este «flagelo», como suelen catalogar los medios criollos a los dramas sociales.

La evidencia «firme» que nunca apareció

Secuencia 2: el teniente a cargo de la patrulla le cuenta al periodista (quien ha preguntado «inocentemente» hacia dónde se dirigen, en circunstancias de que estas situaciones suelen estar absolutamente producidas) que van rumbo a la Población O´Higgins y que entrarán con orden judicial a una casa donde se practica el micro tráfico.

Sigue, entonces, la narración del periodista, en un esfuerzo por contextualizar el procedimiento del OS7 de Carabineros:
imagen-077«En la ciudad de Calama el tráfico de drogas es fuerte, se da en grandes cantidades: marihuana, pasta base y cocaína constituyen la principal demanda de los consumidores locales. Pero también mucha de esta droga viaja al centro y sur del país. De ahí que se hace necesario cortar todo desplazamiento que va en busca de otros mercados».

Ahora resulta que la «droga viaja» y «los desplazamientos pueden ir en busca de otros mercados». Curiosa forma de hilvanar las ideas la de este comunicador en su intento de vincular el micro tráfico de la zona con el de otras regiones del país (relación que, como veremos, no se prueba para nada en el desarrollo de la historia) y justificar la elección del tema del reportaje.

Secuencia 3: Carabineros del OS7 ingresan a un domicilio y, con una amabilidad que no debe ser demasiado habitual en estos operativos si no hay una cámara delante, le advierten a la dueña de casa (denominada como «madre» en la sinopsis): «esto es un allanamiento». A golpes calculados abren las puertas; ordenan a dos personas arrojarse al suelo. E l periodista nos anticipa, en otra de sus locuciones, que no basta con encontrar a las personas, sino también a la droga «para tener una evidencia firme».

Uno se pregunta durante la emisión, ¿qué entenderá este sabueso del periodismo policial por una evidencia «firme»?, porque, la verdad sea dicha, a lo largo del programa no veremos nada parecido a una «evidencia firme», si es que entendemos por eso una prueba consistente que pueda inculpar a una persona.

Acto seguido, el periodista nos sumerge en una reflexión con tintes sociológicos, mientras la imagen nos muestra a dos personas que permanecen, por orden de la policía, tendidos en el piso de una habitación de la casa:

«En un allanamiento de estas características, lamentablemente caen todos en un mismo saco, hasta menores de edad, porque muchas familias que se dedican a esta actividad ilícita los utilizan… Flaco favor porque a esos cortos años, niños y jóvenes se van involucrando en el mundo de la delincuencia…»

¿Utilización de menores?, apenas se distingue a contraluz la figura de alguien que podría ser un menor. ¿Qué tienen que ver los menores que puedan habitar la casa con el procedimiento policial en busca de droga que estamos viendo? A simple vista, no parece haber ninguna relación. Pero da lo mismo, lo importante para este periodista es empujar el relato hasta que pase algo…

 

La "evidencia" en manos policiales
La "evidencia" en manos policiales

Mucha violencia, escasa evidencia

  Secuencia 4: Un policía le explica al periodista, mientras le muestra unos insignificantes envoltorios de diarios que parecen tener algo en su interior, que existe evidencia de consumo de los habitantes de la casa allanada por los papelillos y la pasta base quemada que acaba de encontrar. El camarógrafo hace esfuerzos con el zoom de la cámara por mostrar algo más que pedazos de papel de diario.

Para no perder la tensión dramática, que empieza a debilitarse por falta de pruebas contundentes, el periodista advierte a sus telespectadores: «… hay que seguir buscando la droga. A partir de este momento el trabajo será intenso…»

A esa altura de la historia, lo único que parece verdaderamente intenso es el despliegue de la policía que va dejando un reguero de cosas tiradas en su búsqueda de pruebas de algún delito.

Secuencia 5: La espera es tan larga y las evidencias tan vagas que el periodista decide introducir un toque de sicología social en su relato, mientras carabineros busca y busca entre cajones, camas que quedan sin sus frazadas, tapas de alcantarillado abiertas, pañuelos revisados a contraluz, juguetes de niños, prendas de vestir diseminadas por el suelo:

«Generalmente estas personas son muy desordenadas, han perdido sus patrones de conducta. Cada cual hace lo que quiere sin importar el daño que haga al núcleo familiar. Entre ellos van validando las malas costumbres y la mayoría cae en la violencia y los negocios al margen de la ley…»

¿A qué patrones de conducta se refiere? ¿A los de la señora, a los del periodista o los de la policía? ¿A quién alude al hablar de personas «generalmente» desordenadas?, ¿a los habitantes de esta casa en particular, a todos los ciudadanos que habitan el mundo popular, o a una condición intrínseca de los micro traficantes, cualquiera sea su condición social?; ¿de dónde surge una digresión semejante sobre un grupo de personas a las que apenas ha visto?, ¿en base a qué estudios, a qué conocimientos bien fundados, puede llegar a emitir juicios semejantes nuestro gentil comunicador?
¿A qué malas costumbres hace alusión?, ¿de qué violencia está hablando?… porque, hasta ahora, la única violencia que se ha podido observar en la imagen es la de la policía y la del equipo de TV irrumpiendo en la privacidad de un hogar popular.

Pequeñas cantidades de marihuana y pasta base

Secuencia 6: «Aquí hay marihuana», le cuenta un policía del OS7, «por lo menos encontramos algo…», agrega el agente, probablemente en consideración a la dosis insignificante que presenta ante la cámara. Se inicia un diálogo con la dueña de casa, que con cara de resignación ante la evidencia recién aparecida, trata de explicar que la droga está «para el vicio de los jóvenes no más…»

Secuencia 6: Otro de los policías, después de dejar la mitad de la casa patas arriba, pilla una cantidad ínfima de marihuana dentro de un papel de diario… Le comenta al periodista que existen antecedentes de que en esa casa se vende droga y que «por lo general la esconden muy bien».
Decepción del periodista que seguramente esperaba algo más sustancioso, como resultado de su excursión marginal, que unos simples gramos de cannabis.

Secuencia 7: Otro sabueso policial encuentra algunos diminutos paquetes con, supuesta, pasta base de cocaína. Comenta con regocijo que han encontrado la evidencia (que a simple vista parece tan insignificante como los hallazgos anteriores)
«La señora está detenida, así que ingrésala al vehículo por favor», ordena el teniente a cargo del procedimiento.

 

La "madre desordenada"
La "madre desordenada"

Una «madre» tras las rejas

Secuencia 8: Se presenta en la imagen la situación, que se usó como gancho para iniciar el reportaje, con la hija que llega sorpresivamente hasta la puerta de la casa de la «madre» preguntando: «Mamá qué pasó, si esas guevas son mías, mamita, qué pasó…?

Ante tanta tragedia humana, el periodista decide incorporar una nota reflexiva en sintonía con las orientaciones programáticas de Megavisión:

«Ya es muy tarde para los lamentos, nuevamente esta familia tendrá a su madre tras las rejas… y quizás por varios años, porque no es primera vez que es sorprendida por la misma causa… Todo un drama que tendrá que investigarse a fondo, porque al final de esta historia aparece una hija que dice ser la propietaria de la droga»

Secuencia 9: El periodista policial interrumpe su relato para dejar que la realidad fluya: nos presenta un largo plano que muestra a la hija llorando en cuclillas en la puerta de la casa con las manos en la cabeza gritando: «nooo, mi mamá no…»

Secuencia 10: Fundido que intenta indicar transcurso de tiempo. Aparece la muchacha en conversación con la policía. Les dice que la droga es suya, no de su madre y explica que se la quitó a «un desgraciado que está adentro de la casa». La droga sería de su hermano, a quien acusó por violencia intra familiar.

Secuencia 11: Carabineros en un furgón llegan hasta la puerta alertados por una denuncia de violencia intra familiar (todo es bastante incierto, enredoso y confuso)
Se cruzan con sus colegas del OS7 que llevan detenida a la dueña de casa.

Secuencia 12: Entra un policía al interior del hogar allanado y detiene al «Michel» por violencia intra familiar. Al «Michel», que el periodista sólo menciona por su apodo, se le muestra la cara sin ningún tipo de efecto para camuflar su identidad antes de que se le haya probado ningún delito (ni tampoco se le probaría, como se puede verificar en la información con que se despide la historia).

Secuencia 13: Nuestro boy scout de los bajos fondos despliega un texto de emergencia para enmendar el caos narrativo y el cruce de procedimientos policiales:

«…Hasta ahora todo ha sido un enredo, pero podría ser una típica acción donde unos quieren salvar a otros… donde los culpables se quedan callados, donde todos tratan de protegerse…Pero en fin…será trabajo de la justicia clarificar este caso e identificar a los verdaderos responsables…»

¿Responsables de qué?, ¿culpables de qué?, ¿de portar cantidades ínfimas de droga? Y si se trata de encontrar culpables, ¿por qué no invaden las casas de los consumidores de esa droga, muchas veces habitantes de los sectores acomodados de la capital?, ¿por qué no hacen los mismos allanamientos en Las Condes o en San Damián en busca de los destinatarios del supuesto micro tráfico «muchas veces dirigido a otros lugares del país»?
«Todos tratan de protegerse», denuncia el perspicaz periodista… ¿y no es obvio que las personas intenten cuidarse mutuamente ante un regimiento de policías seguidos por un equipo de televisión que invaden su espacio familiar?

 

El lamento de la hija
El lamento de la hija

Epílogo: televidentes atrapados en sus prejuicios

 Para cerrar el reportaje, por sobreimpresión de textos en la imagen, y con una voz en off que reitera el contenido, se nos informa de los frutos judiciales del heroico operativo:

«La mujer que ya tenía antecedentes por tráfico de drogas, se encuentra con prisión preventiva, esta vez por el tráfico de pequeñas cantidades. Su hijo que fue detenido por lesiones se encuentra libre, porque el ministerio público decidió no continuar con la investigación…»

Total cero, como diría Nicanor Parra. Evidencias mínimas; presunciones y acusaciones a granel.

Una familia acomodada difícilmente pasaría por ese trance y en el caso hipotético de que le sucediera algo semejante, otro gallo cantaría: un buen abogado penalista alegaría la presunción de inocencia de sus clientes, mientras no se pruebe lo contrario, y de no existir pruebas incriminatorias interpondría una demanda por injurias y calumnias y vulneración de la intimidad y derecho a la propia imagen; presentaría un recurso para hacer uso del derecho a rectificación en el medio -en el mismo espacio y con las mismas características que cuando sus representados fueron injustamente aludidos- y solicitaría al tribunal una suculenta indemnización para sus clientes . Invocaría, para ser más convincente, el artículo 19 número 4 de la Constitución, donde se garantiza «el respeto y protección a la vida privada y a la honra de la persona y su familia», sin olvidar el Código de Procedimiento Penal donde queda claro que las diligencias policiales «tienen que ser secretas sin difusión de terceros de ninguna naturaleza».

Sin embargo, como los vulnerados pertenecen a una familia pobre que no tiene conciencia de los derechos que la asisten en su relación con los medios de comunicación social, ni dinero para defenderlos en caso de que los conocieran, es muy probable que la acción conjunta de Carabineros y periodistas quede en la impunidad.

En la memoria de algunos televidentes medianamente sensibles, probablemente quedará reverberando la lealtad de la hija tratando de rescatar a su madre del furgón policial, la forma valiente de encarar a los policías de esa modesta habitante de una población de Calama. Pero otros asumirán el relato periodístico como «la verdad» y verán a los policías como héroes que han logrado detener a «una madre» («desordenada», que «utiliza a menores» en el tráfico; que ha «perdido sus patrones de conducta» y se mueve en un ambiente de «malas costumbres») y saldrán fortalecidos en sus estereotipos y prejuicios, al igual que los artífices de estos engendros televisivos.-