Sergio Nuño: Relaciones Peligrosas
Mauro Lombardi / Periodista / Conozco personalmente a Sergio Nuño. Sé de su pasión por el medio ambiente, su compromiso con el trabajo que hace y que incluso su estilo de vida personal tiene mucho de relación y parecido con su programa. Vive en un cerro, rodeado de naturaleza, sus hijos desde pequeños jugaron con arañas pollitos y la oficina en que trabaja siempre ha tenido un doble vidrio para aislarse del ruido y la contaminación. Su hábitat es el espacio abierto y lo que hace en su trabajo, es también lo que hace en su tiempo libre: recorrer. Es un tipo agradable, con mucho oficio y calidez.
En los últimos días, Nuño ha recorrido diversos medios explicando aquello que ya pocos quieren escuchar. La desafortunada venta de imágenes de su programa “La Tierra en que vivimos” a la celulosa Arauco donde se demostraba que la muerte de los cisnes ocurrida en el rio Cruces no fue por contaminación de las aguas, como alegaron los ambientalistas, sino por falta de alimento de las aves. El hecho derivó en la cancelación de la temporada del programa por parte de TVN.
Nuño tiene razón en una cosa: lo que hizo no es ilegal, incluso podríamos decir que no es incorrecto. El punto es otro: es que se ve mal y en un país suspicaz como este, donde se levanta una piedra y aparecen relaciones peligrosas, vincularse y aún más, recibir un pago de una empresa cuestionada, derrumba justamente su mayor capital: la independencia. Ello, por cierto, arrastra también su credibilidad.
Porque una de las virtudes más valoradas de los seguidores de “La Tierra en que vivimos” ha sido ésta independencia que mantuvo a Nuño ajeno a los intereses de las forestales, pesqueras, hidroeléctricas, y de cuantos personajes o empresas se interpusieran entre el cuidado del medio ambiente y los intereses económicos. Fue su bandera de lucha por décadas y el público lo agradecía. Al igual que su rigurosidad científica a todo prueba que, como en este caso, se denuncia que la desaparición del Luchecillo comenzó mucho antes de la instalación de la planta de celulosa. Pero inevitablemente, al recibir dinero de una entidad que tiene intereses determinados, el público tiene el legítimo derecho a preguntarse: ¿Qué exigió la persona que pagó? ¿Cómo sé yo que el contenido no fue intervenido? Conociendo a Nuño sé que no fue así, pero genera una duda innecesaria que pone en tela de juicio todo lo demás. De paso, él mismo se vincula con los intereses de empresas que están justamente cuestionadas en aquello que él tanto defiende: el cuidado del medio ambiente.
Una persona con 30 años de experiencia en el mundo de la televisión como Sergio Nuño sabe esto. Conoce la fragilidad en que navega y debe tener claro también cuáles límites no se pueden traspasar. Muy posiblemente nunca habríamos sabido esto, sino fuera por la decisión de un gerente de comunicaciones que por razones de infinito misterio, decidió difundir la información. Así desvirtuó un programa que favorecía a la empresa en la que trabaja y aniquiló la credibilidad de Sergio Nuño; aquí no hubo win-win, al contrario.
En favor de Sergio Nuño, podemos decir que los cientos de capítulos de “La tierra en que vivimos” nos enseñaron a conocer nuestro país y nuestra historia; nos revelaron un Chile que no teníamos idea que existía y ha llevado incluso a su programa a ser usado como material en muchos colegios, un legado que vale la pena rescatar. Al menos yo prefiero quedarme con eso.