TV chilena: un sucedáneo creativo

telemulaSebastián Montecino / La Nación / El plagio, la referencia y la franquicia son ahora verdades asumidas. Lo que no está asumido es la nueva realidad de la TV, que te lleva a competir codo a codo con actores mundiales a través de medios como YouTube.

Ser original puede ser una pretensión peligrosa en un mundo en el que la información viaja a la velocidad del rayo y en el que los programas llegan al televidente a través de una gran variedad de caminos, muchos de ellos incluso ajenos a la industria televisiva.

Hace poco, en un foro dedicado a un programa de televisión por cable, un televidente se quejaba porque las series llegaban a Latinoamérica varios meses después de su estreno en Estados Unidos, obligando a una buena parte de sus seguidores a descargar los episodios de internet (el fenómeno de «Lost» es uno de los ejemplos más claros). En respuesta a esta dinámica, la serie «The listener», recientemente estrenada en el canal por pago Fox, tuvo un simultáneo debut mundial, inédito, emitiéndose en 180 países, incluso antes que en Estados Unidos. Un nuevo intento por adaptarse a los tiempos que vuelan.

En Chile nuestros canales apenas sí han asumido esa realidad. Canal 13 transmite su propia versión de «Los Simpsons», muchas veces tan modificada por los cortes, que resulta una bofetada en la cara para quienes conocemos las aventuras de Homero de memoria. Nuestras teleseries de moda copian argumentos y hasta diálogos completos de películas hollywoodenses, cuando no han comprado un guión de paquete. Las franquicias abundan, intentando imitar el éxito de un programa extranjero, muchas veces sin entender los porqués de ese éxito. Si hasta los docurrealitys los arrendamos.

¿Tiene sentido ese embotamiento de la creatividad en un mundo que es cada vez más pequeño en lo que a televisión se refiere? ¿Siempre ha sido así y ahora, con la información a la vuelta de un click nos estamos dando cuenta?, ¿o es un fenómeno nuevo, producto de una crisis más profunda de lo que suponemos?

Podríamos ser dramáticos, arrancarnos las barbas y ponernos a llorar. Lo cierto es que la copia, el plagio, la referencia y la franquicia son ahora verdades asumidas. Lo que no está asumido es la nueva realidad de la televisión, que te lleva a competir codo a codo con actores mundiales a través de medios como YouTube y las famosas, masivas y muy reales descargas P2P. Y ése es quizás el problema. Que como industria, nuestra televisión parece ir detrás, sin presentar un modelo de desarrollo a largo plazo que vaya más allá de los balances positivos de fin de año.

Es como si nuestros canales se hubiesen resignado a ser la comparsa de esta industria ya globalizada, reproduciendo los añejos esquemas económicos de centro y periferia. Es además, la consecuencia final del modelo de industria televisiva que escogimos, comercial y obligatoriamente rentable para sus dueños, pero no necesariamente provechosa para la sociedad que la sostiene. Sólo nos queda la esperanza de que el presente estado de cosas sea una coyuntura de la crisis económica y buscar los programas originales como si fueran una aguja en un pajar, esperando que con la llegada de la televisión digital, entre mucho aire fresco en este sótano