Y si a TVN le fuera mal…

pinto-2Sebastián Montecino / La Nación / NoTV / Citando al gran Víctor Jara, TVN no es ni chicha ni limoná. Quizá su esquema fue funcional a su tiempo, pero hoy más parece una camisa de fuerza. De lo contrario, no se explica que la máxima apuesta innovadora para este año -TVN 24 horas- haya desarrollado su modelo de negocios en la televisión más privada de todas… el cable.
Por primera vez en más de una década TVN cae al cuarto lugar de una medición mensual del promedio de rating. A pocos días de promocionar su parrilla para el 2009 -que insiste en la ficción y en los programas de concursos y toma la posta de los exitosos docurrealitys del año pasado-, la medición de diciembre y parte de enero alcanza apenas la categoría de mal agüero. Sobre todo considerando las condiciones especiales de la parrilla de verano, esa entelequia excepcional compuesta de repeticiones, series extranjeras, realitys y la insoslayable cobertura que realiza cada canal del Festival de Viña.

Más allá de las causas anecdóticas del mal resultado, detrás del fracaso de ese reality engendro, carente de ritmo e intención llamado «Juego del miedo», se revelan los fenómenos que tienen al canal de todos compitiendo codo a codo en un juego que antaño dominó con holgura. Ya no hay canales chicos, el mercado está estrecho y un error de cálculo, un descuido, te puede dejar mordiendo el polvo.

Pero lo preocupante va más allá de las cifras del raiting. TVN fue por años la vanguardia de la escasa y veleidosa innovación televisiva en el país. Hoy ese sitial parece sacudido por dos situaciones: todas sus supuestas innovaciones de contenido ya fueron absorbidas por el mercado y la creatividad parece haberse convertido en un servicio externalizable («Gen Mishima», por ejemplo) o transable («El baile» y «Estrellas en el hielo»). La combinación de ambos terminó uniformando la programación de todos, llevando a TVN a competir, ya ni siquiera en igualdad de condiciones, sino con la gran desventaja de ser esa cosa híbrida, hija de la transición democrática, a medio camino entre lo público y lo privado.

Citando al gran Víctor Jara, ni chicha ni limoná. Quizá el esquema fue funcional a su tiempo, pero hoy más parece una camisa de fuerza. De lo contrario, no se explica, por ejemplo, que el canal más chileno de todos compre franquicias al extranjero, en lugar de producir sus propias versiones, ya ni para la copia hay esfuerzo. Tampoco se explica que la máxima apuesta innovadora para este año -TVN 24 horas- haya desarrollado su modelo de negocios en la televisión más privada de todas… el cable.

¿Es la hora de replantearse el tipo de televisión pública que hemos escogido? Claramente y dadas las actuales condiciones, cualquier momento es bueno para ello. Y creo que el impulso necesario para renovar nuestra tele tiene siempre más posibilidades de surgir en el ámbito de la misión pública. Por ahora, las exigencias de financiamiento asfixian. Y no hablo sólo desde el punto de vista de los contenidos, sino de los riesgos que no se están tomando o de las innovaciones que no se están realizando por miedo a caer en la sintonía.

Si el modelo actual ha funcionado es porque TVN ha sido uno de los líderes históricos del mercado. La pregunta entonces es qué pasaría con nuestra alicaída televisión si a TVN, un día de estos, le empezara a ir mal.