La línea entre informar y emocionar

llorando_3847OPINIÓN / Herman Chadwick / Presidente del Consejo Nacional de Televisión / A raíz del estudio «Cobertura Televisiva del Terremoto», dado a conocer la semana pasada por el Consejo Nacional de Televisión, creemos fundamental, como organismo regulador de la televisión chilena, reflexionar y abrir un debate público sobre el rol de los medios de comunicación en nuestra sociedad, especialmente la televisión, debido a la innegable responsabilidad social que le cabe.

Con la cobertura de esta enorme catástrofe natural aparecen a la luz diversos aspectos que deberíamos tener en consideración, tanto la industria como la academia y la ciudadanía, sobre quién, cómo y qué informar en situaciones en extremo dramáticas, pues los datos nos indican que, si bien hay una mirada positiva sobre el rol que cumplió la televisión, también surgieron críticas y algunas demandas.

En este estudio nos encontramos con una buena evaluación de las personas hacia la cobertura que hizo la TV, especialmente en lo que se refiere al rol informativo, la pronta llegada a localidades afectadas -en muchos casos antes que las autoridades y los rescatistas- y la importancia que le asignan a la función de supervisar los esfuerzos de reconstrucción en el país. Sin embargo, también surgieron críticas, especialmente hacia la saturación emotiva en la pantalla: se demanda una TV más contenedora en lo emocional, que informe, pero que a la vez tranquilice, que muestre el drama, pero de manera cuidadosa, respetando la dignidad de las personas sin caer en el sensacionalismo.

Así, también, nos encontramos con frecuencia con el uso de ciertos recursos que generan impacto emocional en las audiencias, como la reiteración de imágenes, uso de primeros planos y la musicalización de las notas. Estos datos nos hablan de una TV que tiende a «espectacularizar» la información y construir el relato televisivo principalmente desde el dolor de las víctimas.

No debemos olvidar que gran parte de esta cobertura televisiva fue vista por menores de edad y, según señalan los padres, la constante reiteración de situaciones dramáticas en pantalla pudo haber incrementado sus niveles de temor. Por lo tanto, es deber de todos nosotros extremar el cuidado frente a los contenidos que se exhiben en el horario para todo espectador, con el fin de que aquellos niños que ya sufrieron tanto como el resto de nosotros con esta tragedia, no terminen siendo revictimizados por la pantalla al exponerlos una y otra vez a imágenes de horror.

Creemos que la televisión debe contar con herramientas que ayuden a que el trabajo periodístico siga siendo valorado por las audiencias, que los reporteros en terreno no deben asumir un rol asistencialista frente a los afectados para visibilizar su dolor y necesidades; que los equipos editores deben contar con protocolos que aseguren la calidad de la información y resguarden también la integridad emocional de sus periodistas, así como también, de los millones de telespectadores para quienes la televisión es su principal fuente de información.

Por lo tanto, debemos avanzar en conjunto hacia la generación de lineamientos, estándares y orientaciones de carácter ético que nos permitan estar preparados a futuro y lograr una cobertura de calidad, salvaguardando la representación de aquellos más vulnerables, dando mayor protagonismo a otras voces que puedan constituir un aporte para enfrentar la situación y escuchando lo que nos dicen las audiencias, pero exigiéndoles también a ellas una actitud más activa y crítica frente a lo que ven a diario en pantalla.