Pelotón de pelotudos
Luis Barrales / LND / Terminó recién una temporada más del reality de miliquitos vip, que se transmite desde una base y produce unos efectos como si fuera pasta base. Aunque le diga que es imbécil, mi mami no se lo pierde porque le gustan los combates de eliminación. Viéndolo un día con ella me entero de que el actor engrupido que daba gritos como poseso del jalei, no era tal, sino un milico real que renunció al servicio activo para dedicarse a la demagogia televisiva. Así de comprometido estaba con servir a su patria. Quizá eso sea lo más positivo. Desterrar esa idea patriotera y revelar en la cara que ahora sé es más ciudadano de los dólares que servidor de la patria.
Un cabro chico que quiere ser futbolista sueña con jugar una final en el Estadio Nacional repleto. Un cantante lo hará en el escenario. Pero un milico encuentra su fin último en una guerra y no voy a entender nunca ese sentido de alcanzar el orgasmo matando. Pero claramente hay en sus filas hombre y mujeres de inteligencia innegable y no se reflejan en los elementales monitos de farándula que tiene encerrados haciendo una apología de su idiotez narcisa. No les alcanza ni para fascismo. Es estupidez en estado de pureza.
El productor del negocio declaró en una ocasión que el programa había ayudado a la reconciliación de civiles y militares y la milicia profesional avala el chanchullo facilitando cadetes reales que apoyan el entrenamiento. Y el trueque tiene cara de propaganda, porque el mismo Quesille se ufana de que ha aumentado el número de voluntarios para el servicio militar. Que no se ascurra Quesille, porque si lo hace nos va a poner a ver un reality de modelos travestidos en monjas y seminaristas dirigidos a gritos bíblicos por el cura Hasbún.
No deja de ser aberrante que si alguien propone el tema de los desaparecidos, los torturados, los exiliados, la barbarie en general, lo insulten de trasnochado y resentido y ni pensar en el mal gusto y fiasco comercial de hacer un reality con torturados por pensar, pero obligan a mi mami a ver ese insulto de estúpidas en silicona e hijos parias de inmigrantes abacanados. Y que eso sea reconciliador. No hay ánimo de andar canonizando, pero paremos el hueveo. “No se trata de una moral victoriana, sino de una moral humana”, dijo Mauricio Redolés. Valga la distinción.
Lo más horrible no es que ni siquiera hayan parado y sigan al hilo con otro grupo de oligofrénicos reclutas orgullosos de su estupidez insultante. Lo más horrible es que lo den en el canal de todos, donde lo ven todos, lo comentan todos, pero definitivamente no están todos.