Preocupación por fuga de ejecutivos de TVN
OBSERVATORIO /La migración de altos ejecutivos desde Televisión Nacional de Chile al nuevo Canal 13, de propiedad mayoritaria del grupo Luksic, ha provocado temores respecto a la capacidad institucional del canal público para retener a su plana gerencial que maneja información privilegiada y, por otra parte, ha reflotado la discusión respecto a los cambios que se podrían producir en ese canal con el proyecto, actualmente en el Senado, que modifica la ley de TVN. Este fin de de semana dos voces apuntan a este tema. La de la comentarista de TV Claudia Guzmán y del nuevo director ejecutivo de TVN, Mauro Valdés.
Guzmán se queja por la pérdida de rostros del canal público y la incapacidad del canal para retenerlos en “un mercado televisivo que se tornó cruel y requiere pronta reacción”. También hace un llamado a las autoridades políticas a valorar el rol de Televisión Nacional en el país ya que la nueva ley tramitaría artículos “tan amenazantes a la autonomía como obligar a incluir segmentos de actualidad parlamentaria en el noticiero central”.
Por su parte, Mauro Valdés, director ejecutivo que reemplazo en ese cargo a Daniel Fernández, ve el problema del levantamiento de personal del canal como una cuestión “antiestética” dentro de una industria bastante endogámica como es la TV y cree que la forma de enfrentar estos cambios es profundizar el carisma de TVN, “explotando la innovación y la creatividad que vive en la tensión de nuestros objetivos: audiencias, misión y resultados económicos”.
Comentarios del Observatorio de Medios
– En cuanto al uso de la grúa por canal 13, que le preocupa a Claudia Guzmán, TVN no es inocente ya que en otros momentos ha usado los mismos trucos para desvalijar de rostros y ejecutivos a los canales de la competencia, por lo que ahora sólo le están dando de su propia medicina. Sobre el peligro de la ley que se debate en el Senado, las aprehensiones de la analista parecen infundadas puesto que lo que pretende el proyecto no es reducir la «autonomía» de Televisión Nacional, sino profundizar su misión, fortalecer su servicio a la ciudadanía, ampliar la representatividad de su directorio y propiciar un financiamiento mixto que le permita ofrecer una programación de real calidad, independientemente de su éxito en sintonía y rentabilidad económica asociada sólo a este factor. Tampoco parece algo demasiado descabellado que la TV pública deba informar algunos minutos diarios sobre las principales novedades parlamentarias. Más bien resulta bastante insólito que un canal que pretende ser líder en el plano informativo pueda prescindir, cuando se le ocurra a sus editores, de esos materiales tan importantes para la deliberación democrática.
Es oportuno puntualizar que las audiencias, que tanto preocupan a ciertos analistas, han manifestado a través de estudios, encuestas y consultas varias, un alto grado de insatisfacción con la programación televisiva actual y sus deseos de materiales más nutritivos que contribuyan al desarrollo espiritual del país. TVN tiene en este sentido la enorme responsabilidad de marcar la pauta con una programación distinta y ser el motor de la digitalización del sistema televisivo, resolviendo la tensión de sus objetivos, de los que habla Mauro Valdés, a favor de su misión, a la cual debieran estar supeditados los resultados económicos y la captación de audiencias. Únicamente una televisión pública que se diferencie en forma categórica de las televisiones comerciales podrá justificar su existencia y no depender de media docena de ejecutivos o de un rostro más o menos en pantalla. Para que TVN no pague con la menor calidad de sus productos los rigores de un mercado feroz como el televisivo –con sus endogamias y sus traiciones- se le debe entregar herramientas que le permitan, sin renunciar a la captación de audiencias, cumplir su tarea misional de representar la diversidad del país, integrar al territorio y promover los valores democráticos.
Lea a continuación, el comentario de Claudia Guzmán:
El canal que no se puede vender
Claudia Guzmán / El Mercurio /
Justo cuando en Chile autoridades y población parecen más interesadas en la imagen que se refleja de ellas en la TV mundial, dentro de las fronteras del país se podría estar germinando un derrumbe comunicacional más imprevisto que el accidente de la mina San José. Televisión Nacional de Chile, el canal que esta semana celebró su aniversario número 41, lucha por resistir los embates de un sismo mayor que pocos anticiparon y que cambiará la geografía de la pantalla local.
El canal público, aquel llamado por el espíritu y la letra de la ley publicada en 1992 a representar al país, sufre desde hace seis meses la pérdida de ejecutivos y rostros, y aparentemente no hay mucho que el actual líder pueda hacer. El flujo es constante y el destino preocupante: se van hacia Canal 13, una red que ahora es controlada mayoritariamente por un empresario que en su primera incursión en el pequeño pero influyente mercado de la TV abierta da señales de apostar por minimizar los riesgos a costa de la innovación. Con una plana ejecutiva trasplantada y el fichaje de un rostro que amenaza con ser el primero de los que vendrán, la apuesta de Luksic es criticable al menos desde la diversidad con que se construye.
Pero más cuestionable aún es la incapacidad de TVN para retener a quienes durante 18 años trasuntaron por la pantalla su compromiso con una TV estatal que, tras el fin del gobierno militar, debió remontar el descrédito financiero y de credibilidad para comenzar a conquistar al cabo de 8 años el liderazgo en rating, ganancias, calidad e innovación.
La televisión pública chilena debe ser motivo de orgullo para todos porque su modelo en el mundo es excepcional y porque fija estándares a nivel local. Sus emisiones reflejan contenidos con respeto a la diversidad, una cuidada autogestión financiera y una celosa autonomía gubernamental. Con muchos más aciertos que errores, todo eso se había logrado ya. Entonces, ¿por qué renunciar?, ¿por qué partir hacia la competencia arriesgando recriminaciones sobre la ética y la lealtad?
Pensar que el cambio de signo político del Gobierno es la razón implica irrespetar lo que TVN construyó. Achacarlo a la partida del director ejecutivo Daniel Fernández hacia el sector privado equivale a no entender que los liderazgos sólo encauzan a los miembros de una corporación.
Son los nuevos líderes del canal los llamados a responder por qué el encantamiento se diluye al interior. El directorio que ahora preside Leonidas Montes y el director ejecutivo que éste designó, Mauro Valdés, deben hacer frente a una tarea no menor. Sin experiencia previa en el mundo de la TV y con los primeros meses de su administración dedicados a llenar los vacíos dejados por la competencia, su desafío ha sido feroz. El mercado televisivo se tornó cruel y requiere pronta reacción.
La actual TVN se construyó con una alta cuota de mística, pero ahora ésta se debe recuperar, administrar y proyectar. Si la misión es un pasivo patrimonial, el liderazgo es un inmejorable activo para su explotación. Y, como en toda empresa, los miembros del gobierno corporativo deben dar pruebas de solvencia en esa gestión. Liderazgos legitimados, planes de retención e incentivo para ejecutivos, planificación estratégica a largo plazo y discusiones sobre la pantalla que vayan más allá del efecto que un imitador como Kramer tenga sobre la imagen presidencial, son algunas de las carencias -y lamentables coincidencias- que en este período acusó el canal.
También es necesario que las autoridades políticas valoren lo que representa TVN para el país: su nueva ley se tramita con artículos tan amenazantes a la autonomía como obligar a incluir segmentos de actualidad parlamentaria en el noticiero central. Y, a la hora de los gestos, no estaría de más considerar que si el Presidente Piñera quiere dar su primera entrevista tras el rescate de los 33 mineros ésta podría haber sido para el canal que transmite la señal de mayor cobertura internacional y no justo para la red que hoy amenaza su sitial. En términos de imagen, no hay que olvidar que en el inconsciente de mucha gente aún subyace la idea de que TVN es más un canal de gobierno que estatal. Y, por lo mismo, el respeto a su autonomía no se debería traducir en displicencia.
Todavía pasarán algunos meses -si es que no años- para que el nuevo Canal 13 deje su cuarto lugar y para que CHV -el canal que el Presidente Piñera vendió- muestre los efectos de su nueva propiedad. Mientras, TVN tiene un período de gracia para reencantarse hacia el interior. Y la fecha límite de ese plazo es lo que la audiencia -otro actor clave de su gesta de 18 años- demore en percibir los efectos del revés institucional.
TVN no se puede vender ni traspasar. Es un canal del que todos nos debemos ocupar y preocupar, pero también es un canal que en un mal día podemos dejar de sintonizar.
Lea entrevista a Mauro Valdés, director ejecutivo de TVN en el cuerpo Reportajes de La Tercera en el siguiente enlace: