Redes y Medios: “Tócame el Windows”
Álvaro Cuadra* / docente Postgrado Universidad Arcis / Observatorio / En nuestra televisión abierta ya nos hemos acostumbrado a programas que incluyen el “Baile del Caño” o a otros que están concebidos como una forma de pornografía “softcore”, como es el caso de algunos programas en formato “Reality” o Shows picarescos en horario estelar. Se trata, qué duda cabe, de una tendencia de la televisión mundial para aumentar el “rating”. Así, en MTV asistimos a un “Reality Show” en el cual se compite por “Tila Tequila”, una exótica y caprichosa diva convertida en objeto de deseo para hombres y mujeres por igual.
Ante la irrupción de esta tendencia del mercado televisivo tiende a imponerse el reclamo moral. De algún modo se quiere levantar una crítica desde una cierta tradición, con ello se corre el riesgo de caer en un moralismo, cuando no en un fariseísmo, no sólo estéril sino contraproducente. En efecto, una crítica tal oscurece la comprensión de un fenómeno cultural de alcance mundial. Más que rasgar vestiduras en nombre de “grandes valores”, se trata de comprender y ponderar la naturaleza y el alcance antropológico, social, político y cultural de lo que está sucediendo.
Los medios constituyen un sistema, de manera que la televisión es indisociable de Internet, pero también de los medios impresos, la radio, las editoriales y las casas discográficas. Los medios construyen una atmósfera cultural propia del siglo XXI y que se ha llamado “Cultura Internacional Popular”. Nuestro país es sólo un caso de algo que se está dando en todo el orbe. El punto es que nuestra cultura local es capaz de introducir matices a esta cultura global. La cuestión, entonces, no debe plantearse como una negación de los flujos globalizados sino como una “modulación” de dichos flujos.En un lenguaje sencillo eso quiere decir que más que “censurar” y oponerse a una cultura mundial en nombre de una difusa tradición que esconde el miedo al cambio, lo importante es preparar a las nuevas generaciones para separar la paja del trigo. En suma: el esfuerzo de nuestra sociedad debe subrayar la capacidad para discriminar aquello que enaltece la vida humana de lo que la degrada.
Los cambios culturales acelerados que estamos viviendo exigen, como nunca antes, una mirada amplia y flexible para responder a la cuestión de fondo sobre aquello en que es imprescindible introducir cambios, pero también a aquella pregunta sobre lo que es necesario conservar. La sociedad chilena se enfrenta a un desafío mayor que la confronta con su propia historia. La cuestión es cómo superar nuestro consevadurismo social, cultural y político, entendiendo que en ese pesado lastre que nos paraliza hay posesiones muy valiosas que es necesario conservar. Cómo podemos ingresar a este siglo que comienza, como una sociedad más humana, sin dejar de ser nosotros mismos.
La Hiperindustria Cultural no sólo administra los flujos simbólicos, es decir, la cultura toda, sino que, además, regula el deseo de millones de conciencias sincronizadas en tiempo real. Las redes con su tupida capilaridad que cubre el planeta entero se ha convertido en una Hiperindustria Libidinal, otra forma de nombrar la dimensión biopolítica del tardocapitalismo globalizado. Por ello, no debe extrañarnos que la canción de este verano boreal en España sea, justamente, “Tócame el Winodws”.