TV digital: ¿será la japonesa?

japonésCristián Cabalin / académico ICEI / Desde hace por lo menos cinco años, se discute sobre la norma que adoptará Chile para sumarse a la Televisión Digital Terrestre (TVDT). En un momento, se pensó que el estándar estadounidense (ATSC) sería el elegido, porque era el preferido de la Asociación Nacional de Televisión (ANATEL). Luego, tomó fuerza el sistema europeo (DVB-T), que era defendido por el ex ministro secretario general de Gobierno, Francisco Vidal. Sin embargo, hoy ninguno de ellos asoma como el favorito, sobre todo, después de la decisión del gobierno argentino de optar por la norma japonesa (ISDB-T), tal como ya lo había hecho Brasil.

El estándar japonés aumenta el ancho de banda y mejora la recepción para la transmisión de contenidos móviles. Después de diversos estudios en Brasil, se concluyó que este sistema era el mejor, debido a las características geográficas del país y a la necesidad de aumentar las posibilidades de entrada de nuevos actores al sistema. En Argentina, se pretende introducir una reforma al funcionamiento de los medios de comunicación para fomentar “el pluralismo”, como ha declarado la administración de Cristina Fernández, que se ha traducido en duros golpes para el grupo Clarín.

Si los dos países más importantes de Sudamérica ya escogieron el sistema japonés para su televisión digital es muy poco probable que Chile no siga esa línea, por lo que la discusión ya no tiene que centrarse en el estándar técnico, sino que debe desplazarse hacia la visión política que se impondrá sobre la industria de la televisión chilena, sobre todo, considerando que no habrá otra reforma a la TV dentro de mucho tiempo más. Tal como señala el investigador mexicano, Guillermo Orozco, “en el desarrollo de la televisión lo que menos se ha considerado es su oportunidad y relevancia social”.

En este sentido, la introducción de televisión digital en Chile, y la consecuente reorganización de la industria, es una posibilidad para que en nuestro país se genere un debate real en torno al impacto de la TV en la población y cómo ella puede contribuir a abrir mayores espacios de participación y reconocimiento de los diversos grupos sociales.

No obstante, en Inglaterra y en España, naciones que llevaron la delantera en dicho continente en la materia, la TV digital no ha materializado las promesas de democratización y, hoy, se discute la posibilidad incluso de transformarla en TV de pago. Por eso, se requiere de especial cuidado a la hora de diseñar la ley que sostendrá la norma. Es decir, más que un avance tecnológico, lo que está en juego con la TV digital es un cambio en cómo se concibe el rol de los medios y, en especial, de la televisión en la sociedad.

Es aquí donde Chile ha carecido de una postura clara y la discusión se ha reducido en develar el intenso lobby ejercido por la ANATEL para no dañar sus intereses y en cómo algunos personeros se han jugado por este objetivo. Recién hace unas semanas, el Consejo Nacional de Televisión entró con fuerza al debate. Luego, un grupo de diputados exigió la marginación de la discusión del ministro de Transportes y Telecomunicaciones, René Cortázar, porque -a juicio de los parlamentarios- el proyecto que está en el Congreso “sobre televisión digital adolece de serios problemas desde la óptica del desarrollo de la libertad de expresión y el derecho de información”.

Justamente, la defensa de estos dos derechos fundamentales para la democracia debería guiar las transformaciones legales, institucionales, técnicas e industriales que regirá los destinos de la TV en Chile. Pero, al parecer, muy pocos se acuerdan de ellos.